sábado, 3 de abril de 2010

LA MÚSICA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX

Como respuesta a la petición que me realizó la profesora de Ciencias Sociales, Guadalupe Sierra, sobre la situación musical en la España decimonónica, habría que establecer una primera distinción, entre la música que escuchaba la sociedad española dependiendo de la clase social a la que pertenecía. Así, las clases altas y medias tendrían acceso a la denominada "música culta", aunque dentro de este amplio y controvertido término, estaría contemplada desde la sinfonía hasta el género chico, este último de carácter mucho más popular. A continuación, tenéis una breve síntesis de los principales géneros, instrumentos, compositores y obras más representativas de la música española del siglo siglo XIX.

Abre el siglo el malogrado Juan Crisóstomo Arriaga (Bilbao, 1806-1826), educado en París y compositor precoz. En 1819 proyecta Los esclavos felices, ópera sobre un libreto de L. Comella, de la que conservamos la Obertura. En 1824 aparecen en París sus cuartetos de cuerda y compone su Sinfonía en Re menor.



El Conservatorio de Madrid, se funda en 1830 -el del Liceo de Barcelona, en 1837, seguidos de Bilbao y Valencia-. En 1835 surge el Ateneo, que difundió la música en Madrid. En Barcelona funcionó un Liceo Filarmónico-Dramático. Otras instituciones se apoyan en revistas más o menos especializadas.

Ya en 1863 creó Jesús de Monasterio la Sociedad de Cuartetos, que estrenó obras de Marqués, Chapí y Bretón. En 1866, junto a Asenjo Barbieri y Gaztambide funda la Sociedad de Conciertos: ofreció, por primera vez en España, Sinfonías de Beethoven.

Jesús de Monasterio (Santander 1836-1903) destaca como clasicista en el violín. Participó en el alhambrismo de su época y animó a sus muchos discípulos. Pablo de Sarasate (Navarra, 1844-1908) brilló por su virtuosismo y simpatía.

Será el piano el instrumento rey del Romanticismo, desde las primeras composiciones para este instrumento, de hacia 1773: Pedro Albéniz (1795-1855), hijo de Mateo Pérez Albéniz conecta con la música del siglo anterior. Otros pianistas, como Santiago de Masarnau (1805-1880), Eduardo Ocón (1834-1901), José Tragó (1857-1934) o Joaquín Larregla (1865-1945), estudiaron fuera de España, con maestros de primera fila.

Prospera la guitarra en manos de Fernando Sor (Barcelona, 1778-1839), que cultivó además la ópera. Como afrancesado, abandona España y triunfa, como guitarrista, en Londres y París, donde murió. Para su amigo Dionisio Aguado (Madrid, 1784-1818), compuso Los dos amigos. Son autores de sendos métodos de guitarra reeditados hasta hoy.

Brillante guitarrista fue el castellonense Francisco Tárrega (Villarreal, 1852-1909). A su éxito en Madrid siguen los de París, Inglaterra, Bélgica, Suiza o Italia. Junto a sus transcripciones -alguna de Albéniz- sobresalen sus Preludios originales.

En música coral interesa el lied a autores como Gabriel Rodríguez. Al resurgimiento difícil de la ópera, en la que recordamos Marina (1855) de Emilio Arrieta (1823-1894), contribuye Ramón Carnicer (Tárrega, 1789-1855).

El teatro musical proporciona ingresos inmediatos. Con él nace la zarzuela, composición dramática parcialmente cantada, que toma su nombre de un palacio próximo a El Pardo. Su ambientación local la hace ser maltratada de algunos críticos. En ella participaron músicos y dramaturgos. Entre los primeros, Ruperto Chapí (Villena, 1851-1909), afincado en Madrid y autor de La Corte de Granada, El rey que rabió (1891). De los segundos, Ricardo de la Vega, libretista de La Revoltosa (1897) y La verbena de la Paloma.

Tomás Bretón (Salamanca, 1850-1923), es autor de Los amantes de Teruel (1889), ópera que reveló concepciones artísticas no italianizantes. Más famosas son La Dolores (1895), Farinelli o La verbena de la Paloma.

Joaquín Gaztambide (Tudela, 1822-1870) compone La Mensajera (1849). En Cuba presentó La conquista de Madrid.

A Asenjo Barbieri (Madrid, 1823-1894), que luchó por nuestra música, debemos Pan y toros y, con libreto de Luis Mariano de Larra, El barberillo de Lavapiés (1874), amén de trabajos de musicología. Otros autores son Manuel Fernández Caballero (1835-1906), con Los sobrinos del Capitán Grant o Gerónimo Giménez (Sevilla, 1854-1923), autor de El baile de Luis Alonso (1896) y La boda de Luis Alonso (1897).

Federico Chueca (Madrid, 1846-1908) estrena La alegría de la huerta (1900). Se le recuerda por su simpatía y familiaridad con el pueblo: tocaba en cafés, venciendo su dificultad para escribir música. Con Valverde compone La Gran Vía (1886), cuadros próximos a la revista, y Agua, azucarillos y aguardiente.

La zarzuela da lugar al género chico llamado así por su brevedad. Convive con el teatro por horas.

Un intento de sinfonía se da en el religioso Miguel Hilarión Eslava (Navarra, 1807-1878) -maestro de la Real Capilla desde 1847- y en Marcial del Adalid, Gabriel Balart (1824-1893), Casimiro Espino (1845-1888), Pedro Miguel Marqués (Palma de Mallorca, 1843-1918) -el "Beethoven español", autor de cuatro sinfonías-, Daniel Ortiz, etc. La música religiosa continúa su decadencia, pese a los esfuerzos de Rodríguez de Ledesma (1779-1848) o del propio Hilarión Eslava.

Entre la crítica de Hilarión Eslava, Peña y Goñi o Pablo Piferrer, destaca Felipe Pedrell (Tortosa, 1841-1923), con su Diccionario bibliográfico de músicos y escritores de música (1897). Compuso La Celestina y la trilogía escénica Los Pirineos (1902). Fue partidario de Wagner.

El wagnerianismo cuaja en Barcelona, en artistas como Apeles Mestres (1854-1936).

Isaac Albéniz (1860-1909) nació en Camprodón (Gerona) y sorprendió por su precocidad. Alternó conciertos en salones y teatros con actuaciones en cafés, como pianista. Se inspira en la música popular, aunque su repertorio fue amplio. Mereció la atención de Listz y la amistad de Debussy, Paul Dukas, Fauré y Vincent d'Indy, así como la de su amigo Enrique Fernández Arbós (1863-1939). Triunfó en Europa y América.

Su obra se recoge en ciclos como Suite española (1886), que incluye Granada, Cádiz, Sevilla y Asturias; Recuerdos de viaje (h.1887) con Rumores de la Caleta o Cantos de España (h.1898). Instalado en Niza compone la Suite Iberia (1905-1909): doce páginas para piano en cuatro cuadernos, casi terminada a su muerte. Menos aplaudida fue su música escénica: El ópalo mágico y Merlín. Su figura es clave en la música española.

Menos difundida, la obra de Enrique Granados (Lérida, 1867-1916) comparte con su época un nacionalismo y posromanticismo, junto a un interés por el siglo XVIII, que culmina en Doce danzas españolas (1982) y dos cuadernos de Goyescas. Los majos enamorados (1914) se estrenarían como ópera en Estados Unidos. Fue pianista profesional y docente, desde los trece años. Para voz y piano escribe Tonadillas y Canciones amatorias; para orquesta la Suite Elisenda. Murió ahogado al intentar salvar a su esposa cuando su barco fue torpedeado por un submarino alemán.


Aqui tenéis algunos ejemplos musicales de este breve recorrido, comenzando por un fragmento de una zarzuela, concretamente "Por el humo se sabe" de Doña Francisquita del compositor Amadeo Vives, interpretada por el magnífico tenor canario Alfredo Kraus. El segundo vídeo, nos sumerge en uno de nuestros compositores más internacionales, Isaac Albéniz y su "Suite Iberia".



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